LAS REPÚBLICAS CRIOLLAS
Durante prácticamente dos centurias, toda la América Hispana estuvo dividida en dos grandes demarcaciones territoriales de dimensiones auténticamente subcontinentales: el virreinato de Nueva España (con capital en México) y el de Perú (con capital en Lima), creados respectivamente en los años 1535 y 1543. Y en el siglo XVIII, por razones esencialmente defensivas, la amplísima demarcación peruana experimentó dos grandes recortes territoriales al crearse el virreinato de Nueva Granada en 1739 (con capital en Santa Fe de Bogotá) y el del Río de la Plata en 1776 (con capital en Buenos Aires).
El virreinato de Nueva Granada comprendió no sólo los territorios de las actuales repúblicas de Colombia, Panamá y Ecuador, sino también gran parte del espacio venezolano, en clara prefiguración de lo que serían los límites de la futura Gran Colombia bolivariana (1821-1830). Y en cuanto al virreinato de Buenos Aires, dentro de sus límites se integrarían las provincias de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán y el territorio de la audiencia de Charcas, agregándose además el corregimiento de Cuyo, que hasta entonces había dependido del gobernador de Chile y del obispado de Santiago. A partir de 1776 los Andes se convertirían en línea divisoria natural entre la nueva demarcación virreinal rioplatense y la antigua capitanía general de Chile.
Con la Emancipación, una vez independizadas las provincias indianas, se fue produciendo la progresiva fragmentación de estas cuatro grandes demarcaciones virreinales. La Gran Colombia, sobre los límites del antiguo virreinato de Nueva Granada, daría lugar al nacimiento de las repúblicas de Colombia, Ecuador, Venezuela y, ya más tardíamente, Panamá (1903). Del antiguo virreinato del Río de la Plata surgirían las repúblicas de Bolivia (antigua audiencia de Charcas), Argentina (antigua audiencia de Buenos Aires), Paraguay (sin audiencia, pero con obispado y gobernación) y, algo mas tardíamente, en 1828, también Uruguay.
Claramente se aprecia la importancia que los ámbitos territoriales de las audiencias tuvieron en la conformación de las nuevas repúblicas. A fines del siglo XVI, la mayor parte de las audiencias indianas ya habían sido fundadas: Santo Domingo (1511), México (1527), Panamá (1538), Lima (1543), Guatemala (1543), Guadalajara (1548), Santa Fe de Bogotá (1548), Charcas (1559), Quito (1563) y Chile (1563-1573). En el siglo XVII, aparte de confirmarse la existencia de la audiencia chilena en 1606, sólo se fundó la de Buenos Aires (1661-1672), mientras que en el XVIII se completó el cuadro con la refundación de la audiencia de Buenos Aires (1776) y, ya a fines de siglo, con la creación de las audiencias de Caracas (1786) y Cuzco (1787).
Salvo algunas excepciones, el mapa territorial de las antiguas audiencias viene a corresponderse con el de las fronteras de los nuevos países independientes. De hecho, todas las capitales que fueron sedes de las audiencias indianas, salvo la de Guadalajara y el Cuzco, fueron más tarde convertidas en capitales de sus respectivas y nacientes repúblicas. Los distritos de las audiencias marcaron más de lo que pensamos la articulación territorial del espacio administrativo indiano.
El territorio de la antigua audiencia mexicana de Guadalajara fue una excepción. Pero hubo intentos de segregación por parte del estado de Jalisco al declararse en 1824 y 1846 Estado Libre y Soberano. México llegó a ser en el siglo XIX un país suficientemente vertebrado como para evitar desmembraciones que hicieran peligrar (como ocurrió en Texas y pudo acontecer en Yucatán) su antigua unidad política y administrativa. Y otro tanto cabe decir de la definitiva inserción de la audiencia del Cuzco (la antigua capital imperial incaica) en el Perú independiente. Justo lo contrario fue lo que aconteció en dilatada franja centroamericana que se incluía en los límites de la capitanía general, arzobispado y audiencia de Guatemala, cuyo marco englobaba las gobernaciones de Guatemala, Chiapas, Soconusco, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. De haberse erigido una única gran intendencia para toda Centroamérica -como se hizo en el caso de Venezuela en 1776, convertida también en capitanía general en 1777 y en audiencia en 1786- se hubiera logrado un más alto grado de integración territorial y concentricidad institucional. Pero, al final, y en tres fases sucesivas (en los años 1785 y 1786), se fueron creando cinco provincias o intendencias en El Salvador, Chiapas, Guatemala, Comayagua y Nicaragua, incorporando esta última dentro de sus límites la antigua gobernación de Costa Rica. Se consolidaba así el proceso de fragmentación del espacio centroamericano.
Tras su breve integración en el Imperio mexicano de Agustín Iturbide (1822-1823) y con poco más de tres lustros de historia en común, finalmente las Provincias Unidas de Centroamérica terminaron desmembrándose en 1838 en cinco repúblicas independientes: Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. La geografía administrativa impuesta por los gobernantes borbónicos terminó marcando decisivamente la configuración territorial de las nuevas y nacientes repúblicas.
El virreinato de Nueva Granada comprendió no sólo los territorios de las actuales repúblicas de Colombia, Panamá y Ecuador, sino también gran parte del espacio venezolano, en clara prefiguración de lo que serían los límites de la futura Gran Colombia bolivariana (1821-1830). Y en cuanto al virreinato de Buenos Aires, dentro de sus límites se integrarían las provincias de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán y el territorio de la audiencia de Charcas, agregándose además el corregimiento de Cuyo, que hasta entonces había dependido del gobernador de Chile y del obispado de Santiago. A partir de 1776 los Andes se convertirían en línea divisoria natural entre la nueva demarcación virreinal rioplatense y la antigua capitanía general de Chile.
Con la Emancipación, una vez independizadas las provincias indianas, se fue produciendo la progresiva fragmentación de estas cuatro grandes demarcaciones virreinales. La Gran Colombia, sobre los límites del antiguo virreinato de Nueva Granada, daría lugar al nacimiento de las repúblicas de Colombia, Ecuador, Venezuela y, ya más tardíamente, Panamá (1903). Del antiguo virreinato del Río de la Plata surgirían las repúblicas de Bolivia (antigua audiencia de Charcas), Argentina (antigua audiencia de Buenos Aires), Paraguay (sin audiencia, pero con obispado y gobernación) y, algo mas tardíamente, en 1828, también Uruguay.
Claramente se aprecia la importancia que los ámbitos territoriales de las audiencias tuvieron en la conformación de las nuevas repúblicas. A fines del siglo XVI, la mayor parte de las audiencias indianas ya habían sido fundadas: Santo Domingo (1511), México (1527), Panamá (1538), Lima (1543), Guatemala (1543), Guadalajara (1548), Santa Fe de Bogotá (1548), Charcas (1559), Quito (1563) y Chile (1563-1573). En el siglo XVII, aparte de confirmarse la existencia de la audiencia chilena en 1606, sólo se fundó la de Buenos Aires (1661-1672), mientras que en el XVIII se completó el cuadro con la refundación de la audiencia de Buenos Aires (1776) y, ya a fines de siglo, con la creación de las audiencias de Caracas (1786) y Cuzco (1787).
Salvo algunas excepciones, el mapa territorial de las antiguas audiencias viene a corresponderse con el de las fronteras de los nuevos países independientes. De hecho, todas las capitales que fueron sedes de las audiencias indianas, salvo la de Guadalajara y el Cuzco, fueron más tarde convertidas en capitales de sus respectivas y nacientes repúblicas. Los distritos de las audiencias marcaron más de lo que pensamos la articulación territorial del espacio administrativo indiano.
El territorio de la antigua audiencia mexicana de Guadalajara fue una excepción. Pero hubo intentos de segregación por parte del estado de Jalisco al declararse en 1824 y 1846 Estado Libre y Soberano. México llegó a ser en el siglo XIX un país suficientemente vertebrado como para evitar desmembraciones que hicieran peligrar (como ocurrió en Texas y pudo acontecer en Yucatán) su antigua unidad política y administrativa. Y otro tanto cabe decir de la definitiva inserción de la audiencia del Cuzco (la antigua capital imperial incaica) en el Perú independiente. Justo lo contrario fue lo que aconteció en dilatada franja centroamericana que se incluía en los límites de la capitanía general, arzobispado y audiencia de Guatemala, cuyo marco englobaba las gobernaciones de Guatemala, Chiapas, Soconusco, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. De haberse erigido una única gran intendencia para toda Centroamérica -como se hizo en el caso de Venezuela en 1776, convertida también en capitanía general en 1777 y en audiencia en 1786- se hubiera logrado un más alto grado de integración territorial y concentricidad institucional. Pero, al final, y en tres fases sucesivas (en los años 1785 y 1786), se fueron creando cinco provincias o intendencias en El Salvador, Chiapas, Guatemala, Comayagua y Nicaragua, incorporando esta última dentro de sus límites la antigua gobernación de Costa Rica. Se consolidaba así el proceso de fragmentación del espacio centroamericano.
Tras su breve integración en el Imperio mexicano de Agustín Iturbide (1822-1823) y con poco más de tres lustros de historia en común, finalmente las Provincias Unidas de Centroamérica terminaron desmembrándose en 1838 en cinco repúblicas independientes: Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. La geografía administrativa impuesta por los gobernantes borbónicos terminó marcando decisivamente la configuración territorial de las nuevas y nacientes repúblicas.
Gracias por compartir elementos básicos sobre el origen de las repúblicas criollas, esto permite una puerta hacia la profundización sobre el tema, muy práctico para conocer el tema de primera mano saludos y siga adelante con este buen trabajo.
ResponderEliminarGracias por informarnos, pude hacer mi deber
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