- Se trata de un proceso claramente vinculado a los sucesivos hechos que
se van produciendo en España. En 1808 el vacío de poder creado por la
doble abdicación de
Carlos IV
y de su hijo se trató de suplir creando una Junta Central Suprema, cuya
autoridad inicialmente se acató también por las colonias, donde pronto
se producen movimientos similares al
motín de Aranjuez y se desconfía de la fidelidad de algunos gobernantes, a los que se considera afrancesados: en México se destituye al virrey
Iturrigaray, en el Río de la Plata se trata de eliminar al virrey
Liniers
dado su origen francés. Comienza el movimiento juntista, creándose a
partir de 1809 juntas para gobernar en nombre del monarca prisionero:
Quito, La Paz, Chuquisaca, son las primeras, extendiéndose el movimiento
entre abril y septiembre de 1810 a Caracas, Buenos Aires, Bogotá,
Santiago de Chile. Inicialmente todas prestan juramento de fidelidad a
Fernando VII, pero no acataban a la Regencia establecida en
Cádiz
tras la autodisolución de la Junta Suprema a fines de 1809, pues los
criollos reivindican su derecho a formar sus propias juntas de gobierno.
En algunos lugares, sin embargo, el movimiento juntista avanza más y se
proclama la independencia: es el caso de Buenos Aires y Caracas, que se
convertirán además en focos de insurgencia.
Simultáneamente comienza en México un verdadero movimiento social, de masas: el levantamiento del cura
Miguel Hidalgo, que en 1810 moviliza miles de indios (unas 60.000 personas, dice
Lynch)
y avanza sobre Guanajuato, ciudad que es saqueada, continuando hacia el
oeste. El carácter radical del movimiento (abolición de la esclavitud y
del tributo indio, reforma agraria) y su tremenda violencia asustó a
los criollos que le negaron su apoyo. El movimiento es severamente
reprimido, siendo Hidalgo y otros cabecillas ejecutados. El movimiento
continúa dirigido ahora por otro cura rural,
José María Morelos,
que dota de contenido político a la insurrección, convocando un
congreso que el 6 de noviembre de 1813 declaró formalmente la
independencia y en 1814 promulgó una Constitución liberal (Apatzingán).
Igualmente decreta que "a excepción de los europeos, todos los demás
habitantes no se nombrarán en calidad de indios, mulatos ni otras
castas, sino todos generalmente americanos". Como había ocurrido con
Hidalgo, los criollos mexicanos se opusieron a Morelos, que será
capturado en 1815.
En Venezuela la guerra civil se endurece también a partir de 1813 cuando
Simón Bolívar,
que destacó pronto como líder militar, dicta el decreto de "guerra a
muerte", en el cual advierte: "Españoles y canarios, contad con la
muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de
la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando
seáis culpables".
El
regreso de
Fernando VII al trono español en 1814, con la
reinstauración del régimen absolutista y la anulación de la
Constitución de Cádiz,
pone fin a la primera fase del proceso independentista (1808-1814),
inaugurando otra en la que la guerra civil americana adquiere ya
caracteres de guerra colonial, pues la metrópoli trata de someter a las
colonias por medios exclusivamente militares (Céspedes no comparte esta
tesis, ya que el rey se comporta exactamente igual en la propia España).
Pero si hasta 1814 las luchas giraron en torno a cuestiones como quién
debía ejercer el poder durante la cautividad del rey, a partir de 1814
el problema será ideológico y enfrentará en España a liberales y
conservadores, equivalentes en América a patriotas y realistas (aunque
no a criollos y peninsulares, pues tanto unos como otros integraban
ambos bandos). En realidad patriotas en América y liberales en España
fueron por igual víctimas de la
represión ejercida por el régimen absolutista, y sin duda hubo colaboración entre unos y otros a través de las logias masónicas.
El general
Pablo Morillo, enviado a América con 10.000 soldados, logra el sometimiento de Venezuela y Nueva Granada.
Bolívar huye a Jamaica. El virrey de Perú,
Abascal, domina Chile y Charcas.
En México,
Morelos
es capturado y ejecutado en 1815. Hacia 1816 se vislumbra la
posibilidad de una vuelta a la situación anterior a 1808. Pero comienza
entonces la reacción de los patriotas, que darán a la guerra una escala
verdaderamente continental: Bolívar regresa en 1817 y reorganiza sus
tropas, reforzándolas con los llaneros del Orinoco, conquista Venezuela y
atraviesa los Andes para vencer a los realistas en Boyacá (1819),
logrando así la independencia de Colombia. Simultáneamente, en el Río de
la Plata se proclama la independencia en 1816 (Congreso de Tucumán) y
al año siguiente, desde la provincia de Cuyo,
San Martín
cruza los Andes, vence en Chacabuco y Maipó y declara la independencia
de Chile en 1818, situándose en disposición de dirigirse al Perú,
principal centro del poder español en Suramérica.
En 1820 de nuevo un suceso en España tendrá consecuencias decisivas para
América y marcará el paso definitivo a la independencia. El
pronunciamiento liberal de
Riego
el día 1° de enero de ese año significa que el ejército que debía
embarcar para América, se quedará en España para implantar el
liberalismo y la
Constitución de 1812.
En América esto tiene un doble efecto: militar (las tropas realistas no
recibirán refuerzos) y, sobre todo, político. Paradójicamente, lo que
puso fin al orden colonial no fue el reforzamiento de la autoridad y el
absolutismo, sino el progresivo debilitamiento de esa misma autoridad:
la política liberal introducida en España en 1820 acabará de decidir por
el camino de la independencia a los conservadores. Así ocurre en
México, donde el criollo
Agustín de Iturbide, que había combatido contra
Hidalgo y
Morelos, y era en 1820 comandante del ejército realista encargado de acabar con las guerrillas rebeldes de
Vicente Guerrero,
proclama el llamado Plan de Iguala (febrero de 1821), basado en las
tres garantías (religión, independencia y unión), que en pocos meses
conduce a la declaración de independencia (septiembre de 1821), a la que
se suma también Guatemala.
Por otra parte, en Suramérica se produce el definitivo enfrentamiento
entre los independentistas y unas tropas peninsulares que, además de no
recibir refuerzos de la metrópoli ni de los criollos realistas, están
también debilitadas por disensiones internas entre oficiales liberales y
conservadores.
San Martín avanza entonces hacia el Perú (septiembre de 1820) mientras
Bolívar
asegura la independencia de Venezuela (Carabobo, 1821) y Quito
(Pichincha, 1822). Ambos líderes se entrevistan en Guayaquil (julio de
1822), cerrándose así la llamada tenaza. La fase final de la guerra
estará en manos de Bolívar y
Sucre,
y consistirá en la eliminación del reducto realista en Perú y Charcas
tras dos grandes batallas, Junín y Ayacucho (agosto y diciembre de
1824). En abril de 1825, en Tumusla, se derrotó al último ejército
español en el continente americano.
El proceso independentista había terminado con un rotundo triunfo
militar. Sin embargo, muchos analistas consideran que tal proceso fue
una revolución frustrada ya que juzgan su éxito o fracaso atendiendo a
la evolución política posterior de los países americanos: las nuevas
naciones reconstruyeron el orden colonial, la colonia continuó viviendo
en la república, no se produjo ningún cambio social de importancia, no
se alteró la distribución de las riquezas... luego, la independencia fue
una revolución frustrada.
Sin duda todo es cierto, excepto la conclusión, porque nada de eso se
había pretendido: independencia política, régimen republicano y apertura
mercantil fueron tres logros inmediatos de la lucha independentista. Y
precisamente esos habían sido, en general y salvo excepciones, los
objetivos más revolucionarios de los libertadores.